“La bondad de Dios te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4)



“Él transformará nuestro cuerpo mortal
en un cuerpo glorioso semejante al suyo,..”

(Filipenses 3:21)

Paladeemos el sabor de esta promesa. Ahora vivimos una lucha constante entre lo espiritual y lo carnal: “queremos hacer el bien, pero el hacerlo no esta en nosotros”. Algo falla cuando queremos entregarnos completamente al Señor, porque en nuestra carne todavía habita la ley del pecado, que lucha contra la ley del Espíritu. Lo bajo contra lo Alto.

Pero un día este cuerpo mortal será “semejante al suyo”. ¡Aleluya!. Semejante al Hijo que está en el seno del Padre desde las eternidades. ¿Podemos imaginar esa gloria?. Ni lo intentemos. Es infinitamente mayor de todo lo que queremos, pensamos y soñamos.

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