“La bondad de Dios te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4)


En Filipenses 3:20 se hace una afirmación que no debemos olvidar:

“Pero nuestra ciudadanía
está en los cielos, de donde
también esperamos al Salvador,
al Señor Jesucristo”.

Y en el versículo siguiente se dice como es que vamos a ejercer esa ciudadanía que no es de este mundo:

“Él transformará nuestro
cuerpo mortal en un cuerpo
glorioso semejante al suyo"

Así de simple, de rotundo, de maravilloso. ¿Alguien puede ofrecernos una mejor ciudadanía?. La de este mundo es urgente en sus demandas, como nuestro cuerpo nos urge con las suyas. Pero como nuestro cuerpo, se enferma, se corrompe, decae y desilusiona.

Atendamos las urgencias legitimas de nuestra ciudadanía de este mundo, pero sin apegarnos a ella. No olvidemos que nuestra verdadera ciudadanía esta por venir. Vendrá – como el alba llega después del momento mas oscuro de la noche - y está mas allá de todo lo que podemos pensar e imaginar. Solo nuestra mente espiritual puede contemplarla de lejos, y anhelara.

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