“Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda
bendición espiritual
en los lugares celestiales
en Cristo,
según nos escogió en él antes
de la fundación del mundo,
para que fuéramos santos
y sin mancha delante de él.
Por su amor, nos predestinó
para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo,
según el puro afecto de
su voluntad”
(Efesios 1:3-5)
Este pasaje nos sumerge en tan profunda sabiduría y Amor que casi nos absorbe hasta los mismísimos cielos su sola lectura.
El Plan de Redención estaba listo desde antes que existiese la tierra, los mares y todas sus criaturas. Y desde aquellos días fuimos colocados debajo de la cobertura del Hijo que habría de venir en la plenitud de los tiempos a comprarnos con su sangre “para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él”.
Tenemos “toda bendición espiritual” en los cielos y el “puro afecto de su voluntad” jalando de nosotros hacia las alturas.
¡Que pequeños se hacen nuestros planes ante tan grandes afirmaciones emanadas desde el Trono de Dios en el principio de los tiempos!
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